Los circos se presentan como lugares divertidos y mágicos. Son un gran reclamo para la infancia, sobre todo por los animales que pueden ver allí. En aquellos circos que utilizan animales existe otra realidad muy diferente a la de alegría y humor. Los animales no humanos son privados de libertad y obligados a hacer trucos antinaturales que, en general, les llevan a una vida llena de sufrimiento, miedo, dolor y estrés hasta su muerte. Son tratados como mercancía y recursos para el entretenimiento de algunas personas y las ganancias económicas de otras.

Cautividad y transporte

Los animales obligados a actuar en los circos pueden pertenecer a especies consideradas salvajes, o a aquellas que han sido domesticadas y carecen de un hábitat natural donde ser libres. No podemos olvidar que la explotación y la privación de libertad de perras, gatas u otros individuos de estas especies “domésticas”, es tan injusta como la de los animales salvajes. Independientemente de su especie, su procedencia suele ser o procedentes de cautividad (descendientes de animales que también viven en el circo, o mediante compra a programas legales de cría en cautividad) o son animales secuestrados de su hábitat original por redes de tráfico ilegal. [1]

Los animales de circo suelen pasar su vida en pequeñas jaulas donde apenas se pueden mover, o permanecen la mayor parte del día atados al suelo. Esto les impide desarrollar sus comportamientos naturales y, en consecuencia, les provoca frustración. Según los estudios de Animal Defenders International (ADI) sobre las prácticas de los circos a nivel internacional  [2]

  • Caballos, yeguas y ponis pasan hasta el 96% del tiempo atados a cuerdas de poca longitud.
  • Tigres, tigresas, leonas y leones pasan entre el 75 y el 99% del tiempo en jaulas situadas en los camiones.
  • Elefantes y elefantas pasan desde el 58 al 98% del tiempo encadenadas al menos de una pierna.

Los animales forzados a trabajar en circos deben sufrir los desplazamientos constantes de un lugar a otro, en condiciones de hacinamiento y generalmente de insalubridad, además de estar sometidos a todos los rigores climáticos y de temperatura que comporta el transporte. En muchas ocasiones se ven privados del cobijo contra el sol, la lluvia, el frío o el calor.

El transporte y la captura pueden llevar asociado el desarrollo de algunas enfermedades como trastornos hormonales, enfermedades de la piel o la miopía de captura que se puede manifestar de diversas maneras como ataxias, parálisis, fallos cardíacos, etc.

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Zoocosis

Cuando los animales se ven obligados a pasar casi toda su vida atados o enjaulados, desarrollan comportamientos anormales que indican que están sufriendo psicológicamente a causa de su esclavitud. El confinamiento extremo lleva a los animales a padecer zoocosis. En 1992, Travers creó ese término para referirse al comportamiento anómalo de los animales en los zoos, apuntando que podría ser la prueba de que el cautiverio conduce a la neurosis.[3] Según Travers, un animal zoocótico es aquel que ha sufrido daños mentales debido a la cautividad. Si un animal (incluidos los animales humanos) no tiene control sobre su entorno y no puede ejercitar su cuerpo ni estimular su mente, empieza a desarrollar una serie de comportamientos repetitivos o “estereotipados”. La zoocosis puede presentar los siguientes síntomas:

  • Deambular constantemente: caminar de arriba a abajo, siguiendo el mismo recorrido sin cesar. Pueden presentar este comportamiento felinos y cánidos.
  • Dar vueltas en círculos.
  • Lamer repetitivamente las paredes, barrotes o las puertas de la jaula. Las jirafas suelen presentar este comportamiento.
  • Morder repetitivamente.
  • Girar el cuello de forma antinatural: suele ser característico de primates en cautividad.
  • Balancearse: balanceo constante de lado a lado mientras permanecen de pie. Se puede observar en elefantes.
  • Mecerse: balancearse hacia delante y  hacia atrás de forma obsesiva, a veces en postura sentada y abrazando a alguna cosa. Suelen presentar este comportamiento los simios y las simias.
  • Apatía: pasividad y falta de reacción a los estímulos. Esto suele ser causa de la marginación y la separación forzosa de sus grupos sociales.
  • Agresividad: hacia objetos y animales, humanos o no.
  • Automutilación: los animales que sufren zoocosis pueden auto-infligirse daños como morderse la cola, las extremidades, o golpearse la cabeza contra la pared.
  • Coprofília: modo antinatural de comer y jugar con los excrementos.

La vida de cautiverio en el circo conlleva inherentemente el confinamiento, la falta de estímulos y la pérdida de control sobre el entorno. El hecho de que distintas especies de animales se vean obligadas a vivir unas junto a otras, hace que ciertos individuos muestren comportamientos de huida, incremento en las pulsaciones del corazón y otros signos de estrés que hacen que siempre estén en alerta.

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Entrenamiento

En el circo, los animales son obligados a ejecutar todo tipo de bailes, saltos, piruetas, coreografías en solitario o con otros animales. Estos comportamientos son totalmente artificiales: osas o aves “bailarinas”, elefantas levantadas sobre sus dos patas traseras, grandes felinos que saltan aros de fuego, cerdos que se lanzan al vacío para caer en una minúscula piscina, son acciones que los animales no harían jamás en su hábitat natural.

Los animales en los circos viven una vida de dominación, confinamiento y, en muchas ocasiones, entrenamiento violento. Las personas que los entrenan, con el fin de someterlos a su voluntad, pueden llegar a usar golpes, cuerdas, collares, bozales, mangos eléctricos, látigos y ganchos metálicos, que son herramientas típicas del entrenamiento y actuación (los llevan durante el show para que los animales los vean y obedezcan las órdenes guiados por el miedo). Los animales siempre están siendo obligados a actuar, no lo hacen porque quieren. En el mejor de los casos, aprenden a realizar el truco porque es su única forma de obtener ciertas “recompensas”, como comida. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones, lo que les obliga a actuar es el temor al castigo. Algunos garfios y ganchos metálicos están discretamente diseñados para dar golpes eléctricos (llevan unos dispositivos ocultos en la parte del bastón), por lo que el público, o todo el quien no sea la persona que manipula al animal, no podrá darse cuenta de lo que realmente está sucediendo. [4]

Existen diversos vídeos de cámara oculta que denuncian el maltrato y la violencia con la que se trata a los animales en los circos. En algunos casos se han obtenido pruebas de casos en que, antes de entrar a la pista y fuera de la vista del público, los animales han sido golpeados violentamente como una señal de advertencia para recordarles quién manda. [5]

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Animales utilizados en los circos

Leopardos, tigres, leones, elefantas, osas, perras, monos, cabras, camellos, rinocerontes, jirafas, reptiles, hipopótamos, dromedarias, así como cebras, llamas, leones marinos, canguros, pollos, gallinas, gansos, gatas, ovejas, rapaces…y cualquier criatura a la que puedan dominar y someter. [6]

Fuentes

Valor educativo

El Dr. Melvin E. Levine, profesor de pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Carolina del Norte y director de Centro Clínico para el Estudio del Desarrollo y el Aprendizaje (EE.UU), advierte de los peligros de llevar menores al circo. [7] La mayoría de profesionales de la sociología, creen que la infancia es una etapa vital para aprender a utilizar la empatía, es decir, la habilidad para ponerse en el lugar de otro individuo. Un espectáculo en que los animales son forzados a actuar para hacer un show enseña totalmente lo contrario de la empatía. Los circos solo enseñan cómo humillar a los animales mediante el maltrato y el sometimiento.

Los animales están hechos para vivir en libertad, pero el circo les condena a una vida de confinamiento y les obliga a realizar ridículos espectáculos para entretener a un público, inconsciente o indiferente al sufrimiento.

Al asistir a estos espectáculos estamos apoyando con nuestro dinero a que se perpetúe este sufrimiento y este tipo de espectáculo basado en la humillación y la dominación. Para Levin «ciertamente, no hay nada más cruel para un niño que sentirse avergonzado por otro frente al grupo de pares. Igualmente devastadora es la práctica de exponer a los animales al ridículo, la risa y la devaluación». Cuando exponemos a menores a ver a los animales siendo golpeados, cosificados o humillados y privados de libertad y comportamiento natural por y para la simple diversión de la gente, sus mentes impresionables corren el riesgo de interiorizar estos comportamientos.

En la naturaleza, las osas no montan bicicleta, las elefantas no se ponen a dos patas y las tigresas no saltan por placer a través de aros de fuego. Los animales nunca realizan estos grotescos espectáculos y maniobras cientos o miles de veces al año sin una constante amenaza de castigo.

Hace algunos decenios, los circos mostraban las “aberraciones de la naturaleza”, personas humanas con deformidades físicas o mentales, que eran ridiculizadas y transformadas en objetos de risa y burla de la sociedad. Hemos avanzado un paso y ahora respetamos y fomentamos el bienestar de estas personas, pero aún nos queda mucho por aprender y cambiar. Vestir a los demás animales con ropas de espectáculo y hacerlos ejecutar actos estúpidos es como arrastrar desde el pasado una pesada roca de insensibilidad y brutalidad. [7]

Más allá del circo con animales no humanos: El uso de animales para entretenimiento debería ser rechazado per sé, independientemente de que no existiera una alternativa. Pero, de hecho, existen numerosos ejemplos de que es posible realizar espectáculos circenses de gran belleza y calidad artística, sin necesidad de usar animales no humanos en los números. En muchos lugares, incluyendo algunas localidades del Estado español, muchos circos se llevan a cabo sin utilizar animales en sus espectáculos o apostando por la nuevas tecnologías como el holograma. [8]

Fuentes

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