Las peleas de perros y perras consisten en enfrentar a dos o más animales de esta especie para que luchen entre sí, ante un público que, en la práctica totalidad de los casos, hace apuestas. Esta práctica está prohibida en casi  todos los países del mundo, aunque en muchos gozan de gran popularidad, independientemente de que sean legales o no.

Ulleo / Pixabay

Fuentes

Historia

Se ha documentado la existencia de las peleas de perros y perras en muchas culturas diferentes a lo largo de la historia, y se estima que existen desde el inicio de su domesticación.

En el antiguo Imperio Romano, por ejemplo, eran habituales los espectáculos en los que se obligaba a estos animales a enfrentarse a gladiadores, elefantes, elefantas, osos, osas, vacas, toros y otros perros o perras, ante la mirada de las personas que hubieran acudido a ver el espectáculo. También se utilizaban como combatientes en guerras: en el año 43, durante la conquista romana de Britania, tanto el bando romano como el británico utilizaron perros y perras. Estos animales, que sorprendieron al imperio romano por su fiereza, comenzaron a importarse en dicho imperio y a cruzarse con otras razas. Más tarde los cruces se empezaron a exportar a otros territorios de Europa como España, Francia o la propia Britania.

James McCabe (1868)

Alrededor del siglo XIV comenzó a ser muy popular en toda Europa el hostigamiento de toros y osas; un espectáculo sangriento que enfrentaba a perros y perras contra estos animales, llegando a ser una de las formas más populares de entretenimiento durante los siglos XVI y XVII.  En el siglo XVIII comenzó su declive, habiendo perdido ese mismo siglo el patrocinio real en Gran Bretaña y siendo cada vez menos popular entre las clases bajas. En este momento las peleas de perros y perras comienzan a ascender en popularidad, como alternativa barata al hostigamiento (los toros y osos comenzaban a escasear y a aumentar su precio). En el siglo XIX se aprobó en Gran Bretaña la Ley de Crueldad contra los Animales de 1835 [1], que modificaba la legislación existente para incluir a toros, perros, osas y ovejas en la categoría de “ganado”, lo que supuso la prohibición de cualquier espectáculo cruento contra esas especies. Sin embargo, esto significó un notable ascenso en la popularidad de las peleas de perros y perras, mucho más fáciles de esconder y mantener al margen de la ley.

Muchas personas pertenecientes a la aristocracia se convirtieron en criadores profesionales, seleccionando genéticamente a las perras y cruzando las diferentes razas entre sí para acentuar características como la agresividad, la agilidad, la fuerza, etc. Esto ha tenido como resultado el origen y la propagación por todo el mundo de las razas que hoy se consideran peligrosas: pit bull, bull terrier, bull dog, presa canario, etc.

Fuentes

Funcionamiento

El carácter ilegal de las peleas de perros determina en gran manera la forma en que éstas se organizan. Las convocatorias se lanzan siempre de forma camuflada, a través de anuncios cifrados en los periódicos, foros, chats o por vía telefónica. Si existe la menor sospecha de que el evento ha sido detectado por la policía, se suspende automáticamente.

Las peleas suelen llevarse a cabo en un ring de unos 8 a 16 metros. Los perros son alentados a pelear hasta que alguno de los dos animales muera o acabe gravemente herido, normalmente durante una o dos horas. Las perras utilizadas para pelear no suelen aguantar más de 4 o 5 combates. Si llegan a sobrevivir pero dejan de servir para pelar, son abandonadas por sus criadores o utilizadas para la reproducción.

Reproducción y cría

Los perros que demuestran ciertas características (fiereza, fortaleza, resistencia…) son seleccionados para reproducirse, y así lograr las camadas más deseables para pelear. A los cachorros que nacen se les hace pelear con otros perros para medir cuáles son los más fuertes. A quienes no pasan la prueba se les sacrifica, mientras que a quienes la pasan se les vende a entrenadores o son utilizados por sus criadores. Los precios de venta varían en función del prestigio de su procedencia genética.

I Hate Dog Breeders/Facebook

Para embarazar a la hembra se utiliza un aparato llamado “potro de monta forzada” (en inglés “rape stand”, soporte de violación), al que se la ata con las extremidades traseras abiertas para que el macho la monte hasta embarazarla.

Fuentes

Adiestramiento

El entrenamiento de un perro o una perra para pelear tiene dos partes: la psicológica y la física. Ambas son de una dureza extrema.

Psicológicamente, se busca fomentar la agresividad de las perras todo lo posible, para aumentar al máximo su fiereza y agresividad en el combate. Para lograr este estado mental, se les encierra durante horas en pequeños cubículos a oscuras, se les golpea, se les pincha, se les araña y se les somete a situaciones de mucho estrés. También es común drogarles, especialmente con anfetaminas, por un período de tiempo determinado hasta que generan adicción, para luego cortarles el suministro, lo que les provoca un síndrome de abstinencia que aumenta su agresividad y ansiedad.

Los perros “de sparring” son aquellos que se utilizan para entrenar a las perras de pelea. Suelen tener un tamaño o fiereza menores que el perro a quien se quiere entrenar, para que vaya aumentando su confianza a medida que va ganando combates. Las perras “de sparring” normalmente provienen de secuestros, tanto de particulares como de albergues o protectoras. Por supuesto, prácticamente la totalidad muere durante estas prácticas.

En el plano físico, se busca que el perro desarrolle al máximo su mordida y su resistencia física. Para ello se recurre a técnicas como hacerle correr durante varios kilómetros (en ocasiones atados a coches en marcha, en cintas de correr o en una noria giratoria, para que no se puedan negar), subir y bajar gradas, hacer que se cuelguen de un neumático o una cuerda con la mandíbula durante el mayor tiempo posible, ponerles collares con peso en la boca, etc.

Fuentes

Negocio

El negocio clandestino de las peleas de perros y perras mueve cifras millonarias alrededor del mundo, principalmente a través de las apuestas, cuyas cantidades dependen de la envergadura del evento. En las peleas de bajo nivel las apuestas rondan los 30€, mientras que en las peleas de élite, en las que participan personas con alto poder adquisitivo, se disparan a los miles de euros. También se mueven grandes cantidades de dinero con la compra-venta de perros y perras, los servicios de entrenamiento, las fianzas que tienen que pagar quienes participan, etc.

En el Estado español el rostro más conocido de este negocio es Ángel Ortega, conocido como ‘El Maestro’. Ortega era líder de una organización clandestina que hacía pelear a perros y perras por todo el territorio del Estado en torneos regionales, nacionales e incluso mundiales. En sus torneos se movían alrededor de 60.000€ en apuestas y cada participante pagaba una fianza de hasta 20.000€. La organización de ‘El Maestro’ fue desmontada al pillarle in fraganti durante la final del campeonato nacional en Güímar, Tenerife. [2]

Fuentes

Aspectos legales

A día de hoy la legislación española (Capítulo III de la Ley 50/1999) considera infracciones muy graves el adiestramiento para aumentar la agresividad de un animal (no humano) y la celebración de concursos o espectáculos que sirvan para demostrar su agresividad. [3]

Todo lo que dice esta ley puede ser modificado, ampliado o especificado por reglamentos autonómicos o municipales, siempre y cuando no afecten a los elementos esenciales de la Ley. En Madrid, la Ley 4/2016, de 22 de julio, establece que los propietarios [sic] de perros no deben “obligarlos a participar en peleas o espectáculos no autorizados”. [4] En Cataluña, el Decreto Legislativo 2/2008, de 15 de abril, prohíbe “el uso de animales en peleas y en espectáculos u otras actividades si les pueden ocasionar sufrimiento o pueden ser objeto de burlas o tratamientos antinaturales, o bien si pueden herir la sensibilidad de las personas que los contemplan”, e incluyen explícitamente las peleas de perros y perras. [5]

El artículo 337 del Capítulo IV del Título XVI del Código Penal establece que  “será castigado con la pena de tres meses y un día a un año de prisión e inhabilitación especial de un año y un día a tres años para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales y para la tenencia de animales, el que por cualquier medio o procedimiento maltrate injustificadamente, causándole lesiones que menoscaben gravemente su salud o sometiéndole a explotación sexual, a un animal doméstico o amansado, un animal de los que habitualmente están domesticados, un animal que temporal o permanentemente vive bajo control humano, o cualquier animal que no viva en estado salvaje” y que “si se hubiera causado la muerte del animal se impondrá una pena de seis a dieciocho meses de prisión e inhabilitación especial de dos a cuatro años para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales y para la tenencia de animales”. Además, establece que quienes “maltrataren cruelmente a los animales domésticos o a cualesquiera otros en espectáculos no autorizados legalmente, serán castigados con una pena de multa de uno a seis meses”. [6] No obstante, según los principios penales de mínima intervención y última ratio (que estipulan que solo se puede apelar al Derecho penal cuando fallan todas las demás formas jurídicas, no ante cualquier controversia), si existe otra vía para solucionar el problema de las peleas de perros (como es la vía del Derecho administrativo), se debe usar ésta. Por consiguiente, se puede concluir que el Derecho penal no se aplica para los casos de peleas de perros.

Por otro lado, existe un listado oficial de razas consideradas peligrosas y una legislación específica para personas que convivan con perros y perras de dichas razas. Estas listas y legislaciones cuentan con la oposición de diferentes asociaciones de veterinarios, como la Federación Europea de Asociaciones de Veterinarios de Animales de Compañía (FECAVA por sus siglas en inglés), por dos motivos básicos. El primero es que no existen razas peligrosas per se, sino que es la educación y el trato que reciba cada animal lo que hará de éste un individuo sociable o asocial, equilibrado o agresivo. Poner el acento en la raza es absurdo e ineficaz, teniendo en cuenta que no hay un consenso sobre qué razas son peligrosas y cuáles no [7]. El segundo motivo es que la ley que está en vigor dificulta y prácticamente impide la correcta socialización de los perros y perras de razas consideradas potencialmente peligrosas, ya que es obligatorio que lleven permanentemente el bozal y la correa cada vez que salen a la vía pública. Precisamente esa falta de socialización es señalada por quienes se dedican a la veterinaria como una de las principales causas de agresividad en estos animales.

Fuentes

Este sitio web utiliza las cookies mínimas necesarias para poder funcionar. No rastreamos ni guardamos información sobre el visitante.

Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies