El turf es una práctica extendida en todo el mundo, siendo Bélgica el único país que la ha prohibido. Consiste en una carrera de caballos montados por jinetes o jockeys. Los caballos, previamente domados para que no tiren a las personas humanas que los montan, llevan una silla de montar y unas riendas metidas en la boca, para que estas personas puedan controlarles mediante el dolor que les causan al tirar de ellas. Además, con el objetivo de equiparar la competición, a cada caballo se le colocan también barras de plomo bajo la silla para igualar las diferencias entre el peso asignado y el peso de la persona que lo monta.
Para conseguir una mayor rentabilidad, la mayoría de criadores hacen correr a los caballos la mayor cantidad de veces posible, haciéndolos viajar de país en país y de hipódromo en hipódromo, en constante ajetreo. Quienes más padecen son los que no son “famosos”, que son metidos en camiones, barcos, etc. para ser transportados enormes distancias en terribles condiciones, con el objetivo de ser “rentables”.
Quienes crían a los caballos los obligan a empezar a correr a la edad de 2 años, cuando no han terminado aún de desarrollar una adecuada estructura y son propensos a sufrir fracturas o torceduras como la lordosis o dorso hundido, que puede darse si son montados antes de los 3,5 años de edad o soportan mucho peso de forma desequilbrada en su espalda.
Debido a los constantes accidentes de carreras de caballos, a estos animales se les administra analgésicos, los cuales calman el dolor pero no curan las heridas, por lo que terminan empeorando. A estos caballos que sufren lesiones irreversibles en muchos casos se les aplica la eutanasia. De no ser así, son usados como sementales o vendidos para hacer de ellos comida, padeciendo un doloroso y estresante viaje hasta el matadero.
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