Dentro de la industria del cine, la televisión y el teatro se vienen utilizando animales no humanos desde hace mucho tiempo, tanto para recrear lo más fielmente posible ciertas situaciones del pasado (por ejemplo, la época del salvaje Oeste en los EEUU) o simplemente como reclamo (por ejemplo, las películas con perros como protagonistas).

El Hormiguero/Flickr

Pese a lo “simpático” que nos pueda parecer ver un perro en una película, tras esa apariencia feliz se esconde toda una vida de sometimiento para que el animal haga todo lo que la persona que lo adiestra le ordene.

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Alquiler de animales no humanos

Las productoras de cine, televisión y teatro a menudo recurren a compañías de alquiler de animales no humanos para este propósito. El modelo de negocio de estas compañías se basa en criar, comprar o capturar en la naturaleza animales no humanos para adiestrarlos y, una vez completado el adiestramiento, ofrecerlos a cualquier compañía que los requiera, no solamente en el ámbito del cine, la televisión o el teatro, sino también en otro tipo de producciones o espectáculos como sesiones fotográficas, fiestas medievales, exhibiciones, pasarelas de moda, rutas a caballo, etc.

pxhere

Estos animales pueden pertenecer a una variedad interminable de especies: perros, gatas, caballos, tigres, cacatúas, hormigas, chimpancés, osas, elefantes, escorpiones, iguanas, etc. Todos estos animales son criados y seleccionados artificialmente, escogiendo las razas y los individuos más dóciles para ese trabajo y asesinando o vendiendo a quienes no cumplan con los requisitos requeridos.

Cautividad y adiestramiento

La cría, cautiverio y adiestramiento de animales no humanos, tanto salvajes como domésticos, conlleva una serie de consecuencias negativas para la satisfacción de sus intereses, independientemente del mejor o peor trato que reciban por parte de sus adiestradores. Cuando no se les entrena de formas explícitamente violentas basadas en el miedo y la dominación (a través de golpes, descargas eléctricas, látigos, pinchos o collares de castigo) se recurre a la privación de ciertas “recompensas” (por ejemplo, alimento) que no obtendrían sin obedecer las órdenes de quienes los adiestran.

En el caso de los animales salvajes (a veces secuestrados de su hábitat natural, a veces nacidos en cautividad), además de ser obligados a realizar trucos peligrosos o incompatibles con su naturaleza o fisiología, también ven negada la satisfacción de gran parte de sus necesidades o la realización de ciertas conductas características de sus especies, como correr, caminar, volar o interactuar con sus semejantes. En ocasiones, para adiestrar de forma efectiva a ciertas especies salvajes tales como osos, lobas o grandes felinos, es necesario utilizar una técnica llamada “improntado” o “troquelado”. Dicha técnica consiste en separar a las crías de sus progenitores nada más nacer (lo que conlleva un trauma para ambas partes) con el objetivo de aprovecharse del período de su vida (dividido en dos ciclos, el de “impronta” y el de “socialización”) en el que aprenden a qué especie pertenecen, en quién tienen que confiar y cómo tienen que comportarse. Así se consigue que el animal no aprenda ciertos comportamientos y que desarrolle cierta confianza en la persona que lo doma, lo que lo vuelve más dócil y obediente. Este período puede ser más o menos corto (algunas horas, varios días o algunos meses) dependiendo de la especie.

La cría, el cautiverio y el adiestramiento dan lugar a problemas de salud mental (ansiedad, trauma, estrés, miedo, depresión…) que provocan comportamientos neuróticos como dar vueltas en círculos, morder repetitivamente, automutilarse, balancearse de forma obsesiva, etc.

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Vidas reemplazables y sin valor

Dado que el valor de las vidas de los animales no humanos utilizados en este tipo de espectáculos es directamente proporcional a la utilidad que sus adiestradores (y, a su vez, quienes les contratan) puedan sacar de ellos, estas personas no tienen ningún problema en deshacerse de ellos cuando ya no les sirven, para a continuación sustituirlos por otro individuo de apariencia similar. Por ejemplo, para rodar la película Babe, el Cerdito Valiente (1995) fueron utilizados 48 cerdos distintos, puesto que éstos engordaban demasiado rápido y ya no servían para el papel. [1]

Fotograma de la película Flipper

Es habitual que estos animales mueran durante o a consecuencia del rodaje por agotamiento, sobreesfuerzos, infartos o accidentes. Los ejemplos son interminables, pero por aportar unos pocos: durante el rodaje de la película El Hobbit (2012), al menos 27 animales murieron de deshidratación, agotamiento o asfixia. [2] Durante el rodaje de la primera temporada de Luck (2012), una serie sobre carreras de caballos, fueron asesinados al menos tres caballos. [3] Para realizar la película Blancanieves (2012) de Pablo Berger, que incluye escenas de tauromaquia, se asesinó a nueve novillos en un encierro a puerta cerrada. [4] En La Vida de Pi (2012) se utilizó a varios tigres de bengala, de los cuales uno estuvo a punto de morir ahogado durante una escena. [5]

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Retiro

Cuando los animales no humanos obligados a trabajar en espectáculos de cine, televisión o teatro alcanzan la edad adulta y dejan de ser útiles para sus adiestradores, si es que llegan a vivir tanto tiempo, suelen tener un estado de salud física y mental muy pobre. Lo normal es que terminen desaparecidos, encerrados en jaulas o vendidos a zoos, acuarios o circos.

Superchilum/Wikimedia Commons

Por ejemplo, en el caso de la serie de televisión Flipper (1964-1967), fueron capturados y utilizados 5 delfines distintos (Susie, Patty, Kathy, Scotty y Squirt) para el mismo papel. Una de ellas, Kathy, pasó la última etapa de su vida confinada en un tanque de aislamiento en el Miami Seaquarium, donde murió de depresión en los brazos de su entrenador Richard O’ Barry, quien desde ese día se dedicó a luchar contra el cautiverio y la caza de delfines. [6] Éste llegó a confesar que la única manera de conseguir que los delfines hicieran lo que él quisiera era privándoles de comida para que se volvieran más dóciles a causa del hambre. [7]

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Legislación

No existe ninguna legislación en el Estado español que prohíba la utilización de animales no humanos en espectáculos de cine, televisión o teatro, aunque sí existe una normativa que condena ciertas prácticas. Los artículos 337.1 a 337.4 del Código Penal, por ejemplo, establecen penas de cárcel e inhabilitación para el ejercicio de la profesión, oficio o comercio que tenga relación con los demás animales para quienes maltraten a un animal no humano causándole la muerte o lesiones que menoscaben gravemente su salud. [8] A su vez, la Ley 32/2007 de 7 de Noviembre para el cuidado de los animales en su explotación, transporte, experimentación y sacrificio tipifica como infracción muy grave la filmación de escenas con animales para cine, televisión y publicidad que conlleven crueldad, maltrato o sufrimiento que no sean simulados, así como su muerte. [9]

Por otra parte, cada comunidad autónoma tiene su propia Ley de Protección Animal. En líneas generales, todas prohíben los malos tratos, el mantenimiento de los animales en condiciones desfavorables o la utilización de drogas para modificar su comportamiento.

En definitiva, estas leyes no prohíben el uso de los animales en sí, sino que simplemente condenan el “maltrato” de una forma ambigua. Por lo tanto, son insuficientes, ya que, como hemos visto, la utilización de animales no humanos en espectáculos es inmoral intrínsecamente, independientemente del mejor o peor trato que reciban. Además, estas leyes son infringidas muy frecuentemente: no es poco habitual, por ejemplo, que las empresas de alquiler de animales no humanos mutilen a estos animales, los compren y los vendan, los obliguen a pasar hambre, los sometan a violencia física o los mantengan encerrados en jaulas de tamaño reducido.

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