Comprar un animal no tiene nada de beneficioso para él. Por el contrario, alimenta un mercado igual de cruel que cualquier otro que utilice y explote animales. Los animales en venta se pueden tirar meses encerrados en jaulas o escaparates soportando luces intensas, miradas y golpes a los cristales. Quizá haya gente que piense que al comprarles y al sacarles de esa situación se les hace un favor, pero en realidad contribuyen a que esto se siga haciendo; más reproducción, más cachorros, más venta y más dinero, que al fin y al cabo esto es lo que se busca. Las personas que venden animales no tienen en cuenta sus intereses, sino el beneficio que pueden sacar de ellos.

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Animales «criadores»

Para que un animal llegue a una la tienda o al vendedor, en primer lugar tiene que haber unos padres. Esos padres son mantenidos con vida por el valor que tienen sus cachorros en el mercado.

Son animales que en muchos casos viven en malas condiciones. Los criadores no suelen mantener a los padres como si fueran un miembro más de la familia, sino que, por lo general, los animales que se utilizan para procrear viven en jaulas [1]. Algunas tienen el suelo de rejas para no tener que limpiar las heces.

Las madres, en caso de perras o gatas, a la edad de 5 – 6 años empiezan a ser menos fértiles y tienen problemas de salud, por lo que mantenerlas con vida ya no es rentable. En algunos casos los criadores más benevolentes las regalan a gente que las quiere (puede que para seguir criando), pero lo más común es recurrir a la eutanasia o mantenerlas en condiciones horribles hasta que mueren.

Al igual que las hembras, los machos con la edad reducen su fertilidad, por lo que corren la misma suerte que sus compañeras aunque por lo general con edades un poco más avanzadas.

Criadero Aguer Hunter / Wikimedia Commons

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Cachorras

Las cachorras que son vendidas son separadas de sus madres en prácticamente todos los casos antes de la edad en la que se separarían ellas por naturaleza. Esto produce problemas en el bebé, que echa de menos a la madre y se vuelve muy sensible al estrés, ya que a esas edades si se sienten indefensos su cerebro no se desarrolla correctamente. Por lo tanto, estos cachorros de adultos tienen muchos problemas de conducta. Estos problemas, siempre asociados a su especial sensibilidad al estrés, se pueden presentar como distintas fobias, miedos, falta de concentración, o incluso agresividad. Nunca podemos saber cómo va a responder un individuo frente al miedo, pues nosotras mismas tenemos distintas respuestas frente a él: unos animales humanos huyen, otros lloran y otros se vuelven violentos.

Degarafia / Wikimedia Commons
Animales exóticos o salvajes

Dentro de este grupo incluimos a los pequeños mamíferos como conejas, hámster, cobayas o hurones, a reptiles como las iguanas, tortugas, camaleones y a las aves.

Nao the one / Wikimedia Commons

La convivencia con cualquiera de estos animales solo satisface los caprichos del humano que desea poseer una especie exótica. Para el individuo que ha de convivir con el animal humano no deja de ser una situación frustrante en la que no puede desarrollar sus instintos naturales, como son interactuar con otros de su especie, tener un territorio, darse baños en un lago, cazar, tomar el sol, volar, nadar o huir. Por lo tanto, comprar uno de estos animales es un gran error, ya que la persona que lo compra en muchos casos desconoce el origen del animal y los problemas que esta compra ocasiona -al animal en primer lugar, y luego, al entorno-.

Muchos de estos animales son traídos de otros países, capturados de su hábitat natural y transportados en muy malas condiciones, con el único fin de ser vendidos en tiendas [2]. Para que lleguen unos cuantos, muchos mueren en el camino. El hecho de que un animal sobreviva en una jaula no significa que su vida sea digna o que le estemos manteniendo en las condiciones idóneas. El hábitat de estos animales está en la naturaleza, no en nuestras casas.

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Abandono

Otra de las consecuencias de la compra de animales es su posterior abandono, cuando se convierte en un estorbo o una carga. Unos 100.000 perros y 35.000 gatas son abandonados en España cada año [3]. Al día se recogen unos 370 animales entre perras y gatos. Estos datos son muy impactantes, más aún si tenemos en cuenta que estos a su vez tendrán camadas, si no lo evitamos. El abandono para estos animales supone un choque emocional impresionante. Ellas no saben que ha pasado para acabar ahí. Es muy fácil saber cuándo un perro ha sido abandonado, se ha perdido o simplemente está lejos de su “dueño”. Una perra abandonada está desorientada, camina sin rumbo, tiene miedo pero a la vez sus ojos no paran de buscar entre la gente o entre los coches.

Estos animales suelen acabar en perreras. En la mayoría de estos centros se practica la eutanasia apoyándose en la superpoblación y en la imposibilidad de coger a todos los animales que les llegan, por lo que estos animales suelen ser sacrificados al mes de su estancia allí. Algunas, si son viejas o presentan alguna enfermedad, son eutanasiados antes. Otras, por muy enfermas que estén, permanecerán allí el tiempo que se les queda hasta su muerte sin recibir tratamiento médico. En ciertos territorios la eutanasia en animales abandonados ha sido prohibida [4].

En algunos casos, los animales abandonados acaban en protectoras, centros que los recogen pero no los eutanasian. Para en estos centros es imposible acoger a todos los que llegan ya que las adopciones son muy pocas y, al no haber salida de animales, éstos se hacen mayores y se reducen con ello las opciones de ser adoptados. De este modo se forma un bucle que da lugar al estado en el que están la mayoría de las protectoras: reducidas adopciones y animales que permanecen años bajo su custodia -algunos incluso llegaron de cachorros y terminan allí sus vidas, sin haber conocido nunca una familia.

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