La explotación intensiva supone una forma de explotación animal altamente tecnificada, dirigida a obtener de los animales explotados los más altos rendimientos productivos en el menor tiempo posible. Todos los aspectos de la vida de estos animales están calibrados para obtener el mayor rendimiento económico posible, sin tener en cuenta sus intereses en ningún momento. En el Estado español los animales explotados en este tipo de condiciones principalmente son vacas y terneros, cerdas, ovejas, conejos, gallinas, pollos y pavos.

Espacio

En este tipo de explotación los animales nunca salen a espacios abiertos ni pueden ver la luz del día. Viven encerrados en grandes espacios en los que se encuentran hacinados en cubículos, cajones o jaulas, del tamaño que las leyes de bienestar animal estipulen para cada especie. Por ejemplo:

  • Para los pollos se establece un espacio medido por la densidad de animales en las explotaciones, medida a partir del peso de los mismos, no pudiendo exceder como norma general los 33 kg por cada metro cuadrado de zona utilizable. Se puede aumentar dicha densidad, hasta los 42 kg si se cumplen una serie de requisitos adicionales. [1]
  • Para los cerdos la ley establece un espacio de entre 0,15 y 1 metro cuadrado (en función del peso del animal), en el caso de las cerdas utilizadas para la reproducción se exige que el espacio dedicado a que vivan esté entre 1,48 y 2,48 metros cuadrados (en función de si son o no jóvenes). [2]
  • Las conejas suelen vivir en jaulas de metal individuales o colectivas. No existe una legislación específica que indique el tamaño mínimo requerido para estas jaulas.
  • Para la cría de terneros, el espacio adecuado según la ley es de 1,5 m2 para los terneros que pesen menos de 150 Kg, 1,7 m2 para los terneros que pesen entre 150 y 219 kilogramos y 1.8 m2 para los terneros con un peso superior a 220 kg. [3]

De esta manera, sus ciclos biológicos naturales son adulterados y sus instintos naturales suprimidos. Por ejemplo, los pavos son seres altamente sociales que sufren enormemente con el aislamiento. Les encanta volar (pudiendo alcanzar grandes velocidades de vuelo), batir sus alas, bailar y darse baños de arena.

Mutilaciones

Debido a la falta de estímulos y al hacinamiento, los animales sufren de estrés y ansiedad, lo que provoca que generen comportamientos neuróticos o agresivos, como el canibalismo o el mordisqueo de las jaulas. Los cerdos, por ejemplo, se muerden el rabo entre ellos; y las gallinas y los pollos se picotean unos a otros. Para evitar esto, con el objetivo de no sufrir pérdidas económicas, se realizan ciertas prácticas que están permitidas explícitamente por la legislación y que suelen llevarse a cabo sin anestesia. En el caso de los cerdos, por ejemplo, estas prácticas son el descolmillado, el raboteo (corte de rabo), la castración o el anillado de hocico. En el caso de los pollos es común el corte de pico. Además, todos los animales explotados son marcados con muescas, tatuajes o perforaciones en sus orejas para mantenerles identificados.

Esperanza de vida

Las posibilidades naturales de vida de los animales encerrados en explotaciones intensivas son reducidas drásticamente. Por ejemplo:

  • En el caso de las vacas, en condiciones naturales pueden llegar a vivir unos quince años, pero normalmente se las asesina al año de su nacimiento para obtener de ellas una carne más tierna.
  • Las cerdas que se utilizan para la carne llamada “cochinillo” son asesinadas cuando todavía maman de sus madres, antes de cumplir tres semanas de vida. [4] Los destinados al engorde, por otro lado, suelen enviarse al matadero con unos seis meses de vida. [5]
  • Los pollos de engorde tienen una capacidad para vivir entre 10 y 15 años, pero suelen ser asesinados con 5, 6 o 7 semanas de vida. [6]

Reproducción

La reproducción de los animales en este tipo de explotaciones es bastante violenta y forzada. Las hembras de reproducción, seleccionadas específicamente para este fin, son inseminadas y embarazadas continuamente a lo largo de su vida, hasta que ya no dan más de sí y son asesinadas. Al poco tiempo de nacer sus crías, son separadas de sus progenitoras para destinarlas al engorde y posteriormente al matadero. En el caso de los cerdos, por ejemplo, suelen separarse de sus madres entre las 5 y 7 semanas de vida. Los pollos y los pavos, por otro lado, ni siquiera llegan a tener contacto con sus madres, ya que rompen el cascarón de sus huevos en una incubadora gigante, rodeados de miles de otros huevos.

Fuentes

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